Higüey, una de las ciudades más emblemáticas de la República Dominicana, parece estar sumida en un ciclo de decepciones cuando se trata de sus autoridades municipales. A lo largo de los años, la percepción generalizada entre los ciudadanos es que la alcaldía, lejos de ser una institución eficiente y al servicio del pueblo, se ha convertido en un lugar donde los intereses personales y la falta de transparencia han prevalecido sobre el bienestar colectivo.
Una ciudad que debería destacarse por su potencial turístico y su historia cultural ha quedado rezagada en términos de desarrollo urbano, infraestructura y servicios básicos. Los problemas de gestión y la ineficacia de los funcionarios elegidos han afectado negativamente a la calidad de vida de sus habitantes.
En cada período electoral, los higüeyanos acuden a las urnas con la esperanza de elegir un alcalde que verdaderamente represente sus intereses y que pueda impulsar el progreso de la ciudad. Sin embargo, el desencanto suele llegar rápidamente, con promesas incumplidas y una gestión deficiente que poco aporta al desarrollo sostenible de la zona.
Entre los problemas más recurrentes destacan Las calles permanecen en mal estado, el servicio de recolección de basura es ineficiente y los proyectos de mejora urbana parecen estancarse o nunca materializarse.
Es hora de que los habitantes de Higüey exijan un cambio real en la forma en que se administra la ciudad. La falta de suerte con las autoridades elegidas para la alcaldía no es más que un reflejo de un sistema que necesita ser revisado y, sobre todo, de una ciudadanía que debe involucrarse más activamente en los procesos políticos, para que las futuras elecciones traigan consigo a líderes que estén verdaderamente comprometidos con el bienestar de la comunidad. Solo así, Higüey podrá aprovechar su verdadero potencial y convertirse en una ciudad modelo tanto para sus ciudadanos como para el país.
Este es un llamado a la reflexión y al cambio.